Bernardo de Gálvez y Madrid
Si hay un ejemplo de un español más conocido en el extranjero que en su propia tierra, ese es el de Bernardo de Gálvez. Con sus acciones decisivas hizo posible el nacimiento de la gran potencia mundial de nuestros días. A pesar de todo, el reconocimiento que se le hace es muy inferior al que en justicia le corresponde.
Nuestro personaje nace en Macharaviaya (Málaga) el 23 de julio de 1746. Pertenece, como veremos, a una familia destacada y muy conocida en la provincia. Si por algo se caracteriza su entorno familiar es por una gran tradición militar, algo que sin duda influyó cuando en 1762, con 15 años, se alistó voluntariamente para la invasión de Portugal, tradicional aliada de Gran Bretaña, participando como Teniente de Infantería gracias a sus influyentes allegados.
En 1770 pasa a ser Comandante de las armas de Nueva Vizcaya estando destinado en San Felipe el Real de Chihuahua, donde combatió a los Apaches que amenazaban la economía de la zona. Avanzó través desierto en condiciones durísimas que desanimaban a sus soldados, pero Gálvez demostrando su ya enorme carácter les espetó: “Me iré sólo si no hubiere quien me acompañare“. Enardecidos por semejante frase, sus soldados le siguieron y consiguieron, cerca del río Pecos, derrotar y apaciguar a los Apaches que lograron herirle hasta en tres ocasiones.
Tras cinco años regresa a la península y se incorpora al Regimiento de Infantería de Sevilla con el que participa en la desastrosa expedición a Argel de O´Reilly. En dicha campaña destacará sobremanera ante los mandos, manteniéndose al frente de su compañía de cazadores a pesar de estar gravemente herido. No pasarían por alto esta heroica acción siendo ascendido a Teniente Coronel con tan sólo 29 años.
Tras pasar un año en la Academia Militar de Ávila, se ocupará de su nuevo cargo en Nueva Orleans como coronel del Regimiento Fijo de la Luisiana, provincia que por entonces era española y llegaba hasta Canadá. En 1777 contrae matrimonio con una criolla de 22 años, Felicitas de Saint Maxent, hija del fundador de Nueva Orleans y viuda de Jean Baptiste Honoré d´Estrehan, antiguo tesorero rey de Francia. Pero ya desde 1 de enero del mismo año era el gobernador interino por el traslado de su predecesor don Luis Unzaga a Caracas. A partir de este momento don Bernardo se convertirá la verdadera pesadilla de los hijos de la Gran Bretaña. Comienza persiguiendo el contrabando inglés, muy activo en la zona, sólo tenemos que recordar al famoso Jenkins y su archifamosa oreja. No eran aquellos momentos de tranquilidad y paz precisamente, la situación geopolítica era muy comprometida. España y Francia oficiosamente eran aliados desde principios de siglo cuando los borbones franceses sucedieron a los austrias en el trono español. De esta manera Francia pasó de ser una enemiga tradicional a convertirse en la principal aliada contra Gran Bretaña que no dejó nunca de ambicionar el inmenso imperio español. Una muestra de todo ello es el anterior conflicto militar, la Guerra de los Siete Años, en el cual España perdió la Florida y recibió la Luisiana de Francia como compensación.
Esto explica el reparto de territorios de la zona y deja a las claras que Inglaterra llevaba tiempo amenazando las posesiones españolas en el golfo de México, aun quería más. Sin embargo sucedió que las colonias inglesas de norteamérica se sentían en plano de igualdad con su metrópoli y llevaban tiempo pidiendo una serie de derechos que Inglaterra, cegada por su soberbia, no sólo se los negó sino que les impuso nuevas tasas, como las que imponían en las colonias asiáticas. Fue demasiado para el orgullo de aquellos hombres blancos y evidentemente el gallinero se alborotó. La rebelión de las colonias norteamericanas frente a la metrópoli inglesa supuso que la zona adquiriera gran relevancia estratégica. Por ello a lo largo del año 1778, Bernardo funda colonias reforzando las posiciones españolas en la provincia además de suministrar ayuda a los norteamericanos entregándoles 15948 pesos además de harina, fruta y… soldados, la compañía de Caballería Luisiana. El auxilio hispano no se limitó a esta ciudad, en todos los puertos españoles se acogía a los rebeldes y se comerciaba con ellos, lo cual empeoró sobremanera las relaciones con su majestad británica.
En este nuevo enfrentamiento se dilucidaría si continuaba el retroceso franco-español ante la hambrienta albión o si se devolvía a los británicos todas las afrentas pasadas. Inicialmente los rebeldes se encontraron solos recibiendo, eso sí, ayuda económica por más de 5 millones de libras tornesas de parte de Francia y España. Pero será tras la victoria rebelde de Saratoga cuando los franceses le declararen la guerra a Inglaterra. Algunos ya habían visto que esta guerra podría constituir una gran oportunidad de someter la voluntad del rey inglés. Al contrario que en las anteriores ocasiones y aprovechando la iniciativa de declaración de guerra, la escuadra francesa del mediterráneo se adelantó al bloqueo de la Royal Navy y pudo llegar al Atlántico dejando con un palmo de narices a los ingleses cuando estos llegaron al estrecho de Gibraltar. Este hecho es capital pues supuso la posterior superioridad naval hispanofrancesa y por tanto llevar la iniciativa también durante toda la guerra en el principal teatro de operaciones, el Atlántico Norte. Esto permitió llevar a cabo numerosas operaciones contra las posesiones británicas teniendo estas que mantenerse casi por completo en situación defensiva. Precisamente una de las pocas operaciones ofensivas que posteriormente intentarían los ingleses fue contra Guatemala, allí Matías de Gálvez, padre de Bernardo y Virrey de Nuevo México, tras el ataque enemigo salió a su encuentro derrotándolos y poniéndoles en fuga.
Gálvez, hombre de acción como su padre, tomó inmediatamente la iniciativa tras enterarse gracias a unos informes secretos que los ingleses se aprestan a invadir la provincia. La guerra con Gran Bretaña se preveía inminente para 1779, a pesar del difícil equilibrio anglofrancés que se había mantenido hasta el momento. Por eso el militar malagueño refuerza las defensas, establece relaciones con las tribus indias de los Creek, Chickasaws y Seminolas, elabora mapas de la zona y cuando recibe la comunicación oficial de la guerra contra España organiza una expedición contra los puestos británicos que controlaban el Missisipi. Consigue movilizar un buen número de soldados pero según avanza se le van adhiriendo más hombres hasta llegar a los 1443, formando un contingente multiétnico compuesto por:
- 170 soldados veteranos.
- 330 reclutas canarios, mexicanos, cubanos, dominicanos y puertorriqueños.
- 80 negros y mulatos libre, franceses y milicianos.
- 60 milicianos.
- 20 carabineros.
- 9 voluntarios norteamericanos al mando de Oliver Pollock.
- 10 cañones.
- 14 artilleros.
- 600 mercenarios alemanes, habitantes de la costa e irlandeses adheridos por el camino.
- 160 indios de Arcadia, Atacapas, Punta Cortada y Opeluzas adheridos por el camino.
Se trataba de gentes todos los estratos sociales y procedencias que habían acudido a luchar contra un enemigo común, el inglés. Es de justicia reconocer que los indios eran utilizados como mercenarios por todos los ejércitos a cambio de… ron y armas. Su crueldad ponía en espanto a los europeos tanto que Gálvez propuso “que no empleara indios en nuestras disputas nacionales” a John Campbell, el general inglés de la zona, pero el muy tunante se negó. Precisamente serán los indios quienes a modo de batidores encabezaron la penosa marcha de 11 días por infectos pantanos.
Al llegar a las inmediaciones del primer fuerte, Bute de Manchac, la expedición recobró el ánimo y la energía cuando su gobernador comunicó algo que había mantenido en secreto: España estaba en guerra con Inglaterra. Ahora podían atacar con más razón si cabe al enemigo, cosa que hicieron el día 27 de agosto al asalto y de madrugada concluyendo la toma del fuerte rápidamente. Después del combate se dieron un par de días de descanso y comenzaron la marcha contra el verdadero escollo del río, Baton Rouge, que estaba defendida por fosos y empalizadas además de 18 cañones, 375 soldados ingleses y 500 colonos y negro armados al mando del Teniente Coronel Alexander Dickson. Gálvez sabía del riesgo que suponía un sitio prolongado debido a la insalubridad de la zona, así que se decide por el asalto pero sirviéndose del engaño. Dispone un falso ataque nocturno por un lado del fuerte mientras que por el otro se excava una trinchera. Los ingleses pensando que han rechazado el embate de los españoles amanecen con varios cañones de sitio apuntándoles tras una trinchera y que a primera hora abren fuego reduciendo las defensas a escombros. En pocas horas la guarnición se rinde entregando no sólo este fuerte sino que también entrega el de Panmure en Natchez y otros tres puestos más que se encontraban río arriba y que tenían 60 granaderos cada uno. Mientras que en los fuertes capturados se recibe, ya tarde, la comunicación de que están en guerra con España, la expedición ya está de vuelta victoriosa con cerca de un millar de prisioneros para descansar merecidamente en Nueva Orleáns. A cambio de 1 muerto y dos heridos, los españoles lograron un magnífico balance de la campaña:
- 3 fuertes.
- 3 puestos avanzados.
- 2 puertos, Tompson y Smith.
- 1 bergantín, West Florida.
- 1 soldado británico muerto.
- 550 soldados británicos y mercenarios alemanes capturados.
- 500 colonos y negros armados capturados.
Los ingleses no habían empezado la guerra y ya habían perdido el control del Missisipi.Por esta descollante, inesperada y pícara operación militar es ascendido a Mariscal de Campo, con 33 años. Y no es para menos pues de un plumazo había abierto por la puerta de atrás la principal vía de suministros para el ejército rebelde, su importancia se tornaría capital para el devenir del conflicto. Los ingleses lo tendrían difícil si querían cerrarla, ya que se interponía frente a ellos la ciudad de Nueva Orleáns.
Sin embargo el militar español sabía que no debía perder la iniciativa que tan buenos resultados le había dado hasta entonces. Ya se había liberado de la amenaza que tenía a su espalda, al Noroeste, y podía actuar con las manos libres contra las posiciones inglesas en el Este: Mobila y Pensacola. En realidad este era su ambicioso plan inicial, eliminar la presencia británica en todo el golfo de México. Para ello partió con premura hacia Mobila al frente de unos 1200 expedicionarios a bordo de 14 barcos menores pero al llegar a su bahía una tempestad los destrozó perdiéndose 6 de ellos y muriendo unos 400 hombres.
El general Campbell recibe dicha información en Pensacola y sale con 1100 soldados para aniquilar a los españoles supervivientes. Pero sorprendentemente Gálvez reorganizó la expedición y recibió los refuerzos de 200 hombres y 4 barcos, suficiente como para comenzar el asedio cañoneándo al anochecer el fuerte Charlotte que dominaba Mobila con 35 cañones y poco más de 300 ingleses e indios. Al día siguiente el fuerte presentaba una enorme brecha por donde los españoles empezaron a cargar de manera incontenible. La toma del fuerte sucedió a la vista de Campbell y sus tropas que no llegaron a tiempo para impedir la rendición de Mobila retirándose de vuelta a Pensacola sin poder hacer nada. Una vez más el tesón del malagueño logró llevar a cabo la conquista y una vez más se mostró incapaz de detenerse con ella pidiendo continuar hasta Pensacola. Pero no era una presa fácil, junto a Nueva Orleáns se trataba del principal puerto de la zona y su posesión daba el dominio de toda la costa occidental de la Florida. Por eso don Bernado se dirige a La Habana para pedir y preparar un contingente adecuado. Sin embargo allí se encuentra algo que resulta familiar en cuanto indagamos en la Historia: envidias y lucha de egos.
Bernardo era un militar de éxito muy joven para el grado poseía, teniendo además a su padre como Virrey de México y a su tío como Ministro de las Indias. A pesar de sus méritos, muchos lo veían como un advenedizo. Si es cierto que dichas influencias le beneficiaron no es menos cierto que sus acciones justificaron con creces su ascenso. Todo aquel que estaba a su cargo e incluso los oficiales extranjeros se deshacían en elogios hacia su persona, destacando su cercanía a la tropa y su jovial energía en el mando. Algo que no tenían ni mucho menos los veteranos militares de La Habana, oficiales de otra generación que carecían de ese ímpetu ofensivo de Gálvez, y que incluso pusieron todo tipo de excusas disminuyendo y retrasando los refuerzos que necesitaba el malagueño para sus operaciones. A tal punto llegaron las trabas y el inmovilismo sus superiores que hasta los franceses se quejaron de ello ante Carlos III. A pesar de todo Gálvez logró imponer la lógica de un ataque por mar en vez de uno terrestre procedente de Mobila. Se le entregaron 3800 soldados y 2000 más fueron aportados por México, Puerto Rico y Santo Domingo. Dos meses después de la conquista de Mobila la flota española parte de La Habana con dirección a Pensacola, pero es interceptada por un huracán que dispersa la escuadra desde la península de la Florida a la del Yucatán. Cualquiera hubiera tirado la toalla ante semejante desgracia y mal augurio pero don Bernardo volvió a Cuba y pidió de esta manera volver a intentar el ataque: “Los ingleses que se dirigían a Charleston fueron sorprendidos por una fuerte tempestad, a causa de la cual sus barcos fueron diseminados hasta tal punto que algunos fueron arrastrados hasta casi Inglaterra. Esto es lo que, más o menos, nos ocurrió a nosotros. Pero los ingleses no se desanimaron. Se volvieron a organizar y atacaron a Charleston, obteniendo los resultados afortunados que todos conocemos. ¿Es que nosotros no somos capaces de cosa semejante? ¿Ha desaparecido la virtud militar que tanto nos caracterizó atacando a nuestros enemigos? ¿Somos tan pusilánimes e inconstantes que una simple tempestad tropical nos amilana en nuestra gloriosa empresa? Esto es lo que pensarán los ingleses de nosotros, derrotados por un simple contratiempo, a no ser que nos mantenga un propósito de mucha mayor importancia…”. No había en aquellos mares empresa más importante para los españoles que la toma de Pensacola.
Gálvez atacó el orgullo de los mandos pero siguió encontrando dificultades y en tres meses sólo consiguió reunir un contingente de 1300 hombres. El Rey ya había dado orden disponer todo lo necesario para la recuperación de la Florida, pero a pesar de todo tuvo que enviar incluso a Francisco de Saavedra, emisario especial del rey, para hacer que se cumplieran sus deseos. Este no logró gran cosa ante la desidia de esos mandos, pero prometió a Gálvez enviarle refuerzos para tomar Pensacola. Mientras tanto los ingleses, enterados del desastre sufrido por los españoles, atacaron Mobila el 7 de enero de 1781 con 900 soldados, 11 dragones, 400 indios, 2 cañones y 2 fragatas. Pero a pesar de contar con una superioridad de 3 a 1 fueron incapaces de doblegarlos y tuvieron que retirarse una vez más a Pensacola. Esa noche un reducto de 190 españoles había resistido el ataque inicial de aquellos 1300 enemigos luchando bravamente en el cuerpo a cuerpo. Así lo contaba Ezpeleta, el oficial a cargo de la defensa: “Nuestros hombres, que habían decidido vender caras sus vidas, abrieron fuego organizado contra el enemigo”. “Con esas pequeñas victorias nuestros hombres adquieren poco a poco un cierto sentimiento de superioridad sobre el enemigo”.
Ya comenzado el año, el 28 de febrero de 1781 leva anclas de La Habana la nueva escuadra de Gálvez, al mando de José Calvo Irázabal con 29 buques y 3295 hombres desglosados así:
- 1 navío de línea: San Ramón (64) insignia de Irázabal.
- 2 fragatas: Santa Clara (34) y Santa Cecilia (28) al mando de Miguel Alderete y Miguel de Goicoechea respectivamente.
- 1 Chambequín: Caimán (22) de José Serrato.
- 1 Paquebote: San Gil (18) de José María Chacón.
- 6 fragatas de transporte.
- 4 paquebotes de transporte.
- 3 polacras.
- 1 saetía.
- 3 bergantines: entre ellos el Galveztown.
- 4 balandras: entre ellas la Valenzuela y Carmen.
- 1 goleta: San Servando
- 1 navío de línea francés.
- 1 fragata francesa.
- 1.516 granaderos: Regimientos de Infantería de Navarra, Guadalajara, Hibernia, Soria, Flandes, del Príncipe y del Rey.
- 102 gastadores de fortificación.
- 50 artilleros.
- 1627 marineros.
Tras nueve días de navegación se presenta ante la isla de Santa Rosa que cerraba la bahía que daba acceso a la ciudad. La entrada a dicha bahía estaba defendida por el fuerte de San Carlos en el lado continental y una batería de cañones en la isla de Santa Rosa. Gálvez inmediatamente desembarca a su tropa en dicha isla tomando fácilmente su batería haciendo huir a los bergantines británicos, Mentor (16) y Port Royal que les hacían fuego desde dentro de la bahía. Se había anulado el fuego cruzado en la boca de entrada, así que el navío San Ramón (64), insignia de la flota y comandada por el jefe de la fuerza naval Calvo de Irázabal, intenta pasarla pero embarranca parcialmente con un banco de arena. Afortunadamente logra zafarse de la trampa y escapar de los cañonazos del fuerte, pero en vista de lo sucedido Calvo de Irázabal prohíbe que ningún barco pase por dicha boca. Irázabal y Gálvez intercambian cartas con duras palabras y acusaciones, pero tras varios días el segundo vio que las condiciones de sus soldados no eran buenas y que empeoraba la meteorología con lo que en caso de tempestad se harían a alta mar para evitar embarrancar, lo cual supondría el fracaso de la expedición. Ocurrió entonces que con cuatro embarcaciones que estaban a su cargo por ser de Nueva Orleáns, el tenaz Gálvez se lanzó contra la boca. Al frente de ellos iba él mismo, a bordo del Galveztown (6) un bergantín inglés capturado, regalo de los norteamericanos para el mariscal español. Mientras ponía proa al estrecho de la bahía izaba insolentemente la insignia de almirante y les dirigía osadas palabras al resto de la escuadra: “Una bala de a treinta y dos recogida en el campamento, que conduzco y presento, es de las que reparte el Fuerte de la entrada. El que tenga honor y valor que me siga. Yo voy por delante con el Galveztown para quitarle el miedo”. Y así bajo el fuego de la fortificación se adentró el bergantín seguido de la balandra Valenzuela y dos lanchas cañoneras sin embarrancar y sin sufrir apenas daños por parte del enemigo. Ardorosos o muertos de vergüenza el resto de la escuadra española imitó la acción de los cuatro valientes dejando en soledad al San Ramón (64) que puso proa a La Habana de vuelta con el furioso Calvo Irázabal a bordo. Limpiando la bahía de embarcaciones enemigas, Bernardo puso pie en tierra y montó su campamento mientras acordaba con el general inglés John Campbell respetar a la gentes y las construcciones del pueblo de Pensacola, algo que luego no cumplió el británico al incendiar el pueblo.
Pensacola tenía tres fortalezas en línea que estaban sucesivamente a mayor cota que las anteriores, Fuerte Jorge, El Sombrero y más elevada de ellas el Fuerte de la Medialuna. Tanto Campbell como Gálvez sabían que si caía esta última fortaleza, el resto también lo haría como piezas de dominó llegando hasta el Fuerte George que era el que controlaba bajo su fuego la ciudad. De esta forma ambos contendientes concentraron sus fuerzas en el Fuerte de la Medialuna. El 22 de marzo llegan, tras una terrible marcha de 140 kilómetros desde Mobila, Ezpeleta y sus 500 soldados incluyendo caballería y varias piezas artilleras. Dos días más tarde arrivan también los refuerzos de Nueva Orleans, con 1627 hombres, 3 barcos y artillería de sitio. Ya contaba con 33 barcos y 4922 hombres.
Don Bernardo se vio ya con fuerzas suficientes y ordenó construir una serie de trincheras para ir aproximándose de manera paulatina hasta el fuerte, mientras que los 2000 soldados ingleses y sus 500 mercenarios indios no paraban de hostigar a los sitiadores, temibles escaramuzas en las que Gálvez incluso es herido. Era claro el beneficio que suponían los indios para los británicos, por eso Campbell rechazó dejar de utilizarlos. Para colmo de males el tiempo no acompaña encharcando las trincheras y volviendo penosas las condiciones de vida de los soldados españoles, que tras días divisan con angustia como se aproxima una escuadra. La fortuna les sonríe, son los refuerzos prometidos por Saavedra, unos 20 barcos y 3234 hombres que al mando del jefe de escuadra don José Solano Bote estaban distribuidos de la siguiente forma:
- 11 navíos de línea: San Luis (80) insignia de Solano, San Nicolás (80), San Francisco de Asís (74), Arrogante (74), Guerrero (74), San Gabriel (74), Magnánimo (74), Gallardo (74), San Francisco de Paula (74), Dragón (60) y Astuto (58).
- 1 fragata: Nuestra Señora de la O (36) al mando de Gabriel de Aristizábal.
- 4 navíos de línea franceses: Palmier (74), Destín (74), L’Intrepide (74) y Le Triton (64).
- 2 fragatas francesas: L’Andromaque, Licorne.
- 1 bergantín francés: Levrette.
- 1 cúter: Le Serpent.
- 1600 soldados al mando del Mariscal de Campo don Juan Manuel de Cagigal.
- 909 marineros.
- 725 franceses: Regimientos de Orleáns, Poitou, Agenois, Gatinois, Cambreis, Du Cap, artillería del Ejercito y artillería de Marina.
Con ellos las fuerzas al mando de Gálvez, suman 8156 hombres de las más diversas procedencias y ya tiene casi finalizada la colocación de la artillería de asedio bajo la protección de las trincheras situadas frente al Fuerte de la Medialuna. El golpe moral para los ingleses debió ser durísimo, incluso los indios dejaron de atacar barruntando la derrota británica.
El 8 de mayo de 1781 la artillería española con la estimación de distancia de un desertor inglés abrió fuego por primera vez, de manera tan certera que una granada alcanzó el polvorín enemigo, provocando una terrible explosión que mató a 105 defensores y “transformó el reducto en un montón de escombros”. Tras este espeluznante suceso las tropas españolas entraron en cuatro columnas en aquella fortificación llena de cadáveres y moribundos, que se rindió sin oponer resistencia. Desde lo que quedaba de las murallas de la recién conquistada fortificación se comenzó a cañonear al fuerte contiguo situado en una posición de menor altitud. Aunque hubo una gran resistencia esta fue inútil, Jonhn Campbell izó la bandera blanca viendo que no tenían ya posibilidad, al tener los españoles la posición superior los fuertes caerían de forma escalonada, uno a uno. Al día siguiente Pensacola capituló, rindiendo toda la Florida occidental.
La conquista se supo rápidamente por todo el imperio español, las campanas repicaron en Nueva Orleáns, La Habana, México, Madrid y por supuesto en las colonias rebeldes, que por fin pudieron combatir sin miedo a ser atacadas por dos frentes. La toma de Pensacola fue decisiva para futuras victorias como la de Yorktown y finalmente la capitulación de los británicos en las colonias. A Inglaterra, que también perdió las Bahamas, sólo le quedaba la isla de Jamaica en el golfo de México, pero pronto empezaron a temer también por ella ya que don Bernardo organizó velozmente una operación para tomarla. Pero el desastre de la escuadra francesa del almirante De Grasse no sólo paralizó la invasión sino que debilitó sobremanera a una Francia que ya padecía una fatiga de guerra que la llevaría a la posterior revolución: Inglaterra consiguió salvarse literalmente por la campana. A los aliados les faltó un asalto para noquear definitivamente a un rival que ya se había ido varias veces a la lona. En el Tratado de Versalles de 1783, los diplomáticos ingleses reconocen la independencia de los EEUU pero se muestran mucho más habilidosos que sus militares y logran recuperar las Bahamas a cambio de la vuelta al gobierno español de las dos Floridas.
Por su parte Bernardo logró el grado de teniente general y los títulos de vizconde de Gálvezton y conde de Gálvez. Tras un breve paso por España será nombrado gobernador de Cuba pero terminaría en 1785 como Virrey de Nueva España sustituyendo a su padre recién fallecido. Allí alcanzó tal popularidad popularidad que la corte terminaría reprendiéndole, un gesto desagradecido que sumió en una profunda depresión a quien era pura energía y que finalmente lo llevaría a la tumba por una úlcera gástrica nerviosa el 30 de noviembre de 1786 a la prematura edad de 40 años.
Bernardo de Galvez logró con su tenacidad no perder la iniciativa en su enfrentamiento con los británicos, demostrando que la mejor defensa es un buen ataque, algo que sus detractores nunca llegaron a comprender. Hizo valer sus méritos por encima de su procedencia, que incluso llegó ha perjudicarle. Y es que tenía claro que “no está en la mano del hombre oponerse al clima. El único recurso posible es pensar cómo remediar el infortunio”, y así lo hizo una y otra vez para asestarle terribles estocadas al imperio inglés. Mientras, sus contestonas colonias se hacían cada día más fuertes alimentándose de lo que llegaba por el Missisipi gracias a un indomable Gálvez y a la generosidad del imperio español de Carlos III al que todavía EEUU no ha devuelto todo lo que sus territorios le dieron, ni reconocido de manera suficiente el papel determinante que jugó para su nacimiento simplemente porque, a diferencia de Francia, no pudo ser su aliada de manera oficial. En cuanto a España… desagradecida entonces y ahora, tiene por costumbre ignorar a sus héroes. No importa pues, como figura en su escudo y como hizo en tantas ocasiones, Bernardo de Gálvez a bordo de su Galveztown diría de nuevo “Yo solo“.
* Nota: Las cifras que aparecen entre paréntesis junto al nombre de cada una de las embarcaciones indican el número de piezas de artillería que podían disponer las mismas.
Figuras:
– Figura 1 – Retrato de Bernardo de Gálvez de origen desconocido.
– Figura 2 – An Exact Map of North and South Carolina, & Georgia, with East and West Florida (1778) de John Lodge. William Russell’s The History Of America. Londres.
– Figura 3 – Mapa de Mobila de origen desconocido.
– Figura 4 – Bahía de Pensacola (1781). Library of Congress, Geography an Map Division. Washington.
– Figura 5 – Plano de la Villa de Panzacola del fuerte Jorge y las fortificaciones últimamente construidas por la Nación Británica (1781) de Luis Huet. Servicio Histórico Militar. Madrid.
– Figura 6 – Derrota de Panzacola el 9 de mayo de 1781 (1784) por Lausan. Nicolas Ponce. Paris
– Figura 7 – The American Soldier, 1780 (2005). US Army Center of Military. <http://www.history.army.mil/html/artphoto/pripos/amsoldier5.html>
– Figura 8 – Escudo familiar de los Gálvez de origen desconocido
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